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INTELIGENCIA ARTIFICIAL

  • Foto del escritor: Antonio Amilivia
    Antonio Amilivia
  • 9 sept 2022
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 30 sept 2024


"Théâtre d'Opéra Spatial". Jason Allen (2022)

Hace unas semanas, una obra titulada "Théâtre d'Opéra Spatial", creada por el artista Jason Allen mediante un programa de inteligencia artificial, ganó el primer premio en un concurso celebrado en Colorado (EE.UU.), provocando una feroz reacción de los artistas que le acusaron, básicamente, de hacer trampas. Más allá de estas acusaciones, que me parecen infundadas, la obra de Allen plantea cuestiones esenciales y, en cierto modo, desafía al arte moderno en su forma más absurda. Veámoslo más de cerca.


En primer lugar, hay que señalar que esta obra no se creó simplemente pulsando un botón. El programa utilizado (llamado Midjourney) transforma un texto en imágenes mediante inteligencia artificial. De esta manera, ofrece un nuevo conjunto de herramientas creativas, del mismo modo que la aparición de Photoshop hizo lo propio. Naturalmente, cada vez que han aparecido nuevas posibilidades técnicas en el campo del arte, hemos asistido al nacimiento de un nuevo movimiento artístico, lo que no es necesariamente sintomático de la muerte de los anteriores: la aparición de la pintura en tubo (posible gracias a la utilización del aluminio a escala industrial) permitió a los artistas salir de sus estudios e ir a pintar a la naturaleza, con más rapidez y espontaneidad que nunca (lo que marcó el nacimiento del movimiento impresionista); la aparición de herramientas digitales como Photoshop o Illustrator dio lugar a las artes digitales, que crearon o al menos generalizaron nuevas formas de arte como el diseño gráfico o la ilustración asistida por ordenador. Así que en ese sentido, la IA no es ninguna novedad.


Dicho esto, es bastante obvio que algunos oportunistas crearán imágenes sin valor utilizando IA y las llamarán arte. Es inevitable. Pero, volviendo a la obra de Allen, resulta irónico que sea una obra de este tipo la que reconcilie al arte con la estética, cuestión muy debatida desde hace un siglo, sobre todo desde que Marcel Duchamp decidió colocar un urinario boca abajo y llamarlo obra de arte. Al utilizar un lenguaje estético clásico, el "Théâtre d'Opéra Spatial" vuelve a situar la estética en el centro mismo del campo artístico. Aunque esta ilustración se creó digitalmente, es técnicamente perfecta.


Creo que esta es la verdadera razón por la que ha surgido el debate en torno a esta obra: sería muy diferente si estuviéramos hablando de unos monos de cómic dibujados en un minuto en Illustrator como muchas NFT. Aquí nos enfrentamos a una imagen que es realmente artística y estética (la composición está estructurada, los temas son estéticos y la imagen emplea códigos estéticos clásicos), el lenguaje es intemporal (no hay necesidad de interpretación intelectual para comprender la escena representada, y los códigos estéticos de la representación están vinculados al Renacimiento, simbólicamente asociado a una época de ilustración intelectual).


Al utilizar estos códigos, el artista desafía en cierto modo al arte moderno: toda vez que dicho arte cae en lo absurdo, cuando obra tras obra, asistimos a los mismos argumentos pseudointelectuales por parte de "artistas" arrogantes que justifican sus monstruosidades estéticas con el pretexto de que el supuesto simbolismo que contienen es demasiado sutil para que el cerebro medio lo entienda. La obra de Allen, en cambio, muestra una estética que es, por así decirlo, perfecta (es decir, sin defectos técnicos).


De hecho, el desarrollo de estas nuevas técnicas creativas es a la vez un síntoma y una oportunidad de nuestro tiempo; a medida que el mundo se orienta hacia un paradigma más tecnológico, sería absurdo que el arte se mantuviera al margen. Por eso, creo que hay que aprovechar estas nuevas oportunidades en lugar de sucumbir a nuestro miedo a ser reemplazados por ellas. La IA no es más que una herramienta; puede llegar a ser brillante en manos de un genio, pero nunca será grande por sí sola.


No obstante, estas técnicas solo pueden utilizarse de forma creativa si empleamos nuestro genio para generar arte en el verdadero sentido de la palabra. Si nos sentamos frente a una máquina y esperamos a que vaya a crear una obra maestra por sí sola, me temo que nos llevaremos una decepción. La inteligencia artificial alienta esa eterna fantasía humana de alcanzar la perfección, un sueño ampliamente explorado en la literatura, ya sea por Mary Shelley en su novela Frankenstein o por Goethe en Fausto, por citar solo algunos ejemplos. Hasta cierto punto, es este mismo sueño el que la robótica intenta alcanzar desesperadamente, creando falsos humanos perfectos (humanoides), u obras de arte perfectas.


Sin embargo, estas creaciones son puramente mecánicas, porque carecen de la chispa de la creación divina. Esa chispa de vida que no se puede fingir, esa parte de trascendencia que cada uno de nosotros lleva dentro y que constituye el misterio mismo de nuestra existencia. Es ese genio insustituible, que no tiene que ver con la realización de una obra de arte técnicamente perfecta sino con la transmisión de una imagen sobrenatural, de un personaje, de un escenario poético...


Lo que el arte de la IA nos enseña quizá no sea que "puede hacerlo mejor", sino que no puede hacerlo sin alma. Sin ese genio capaz de conmover el corazón y sacudir las conciencias. Quizá haya llegado el momento de reconectarnos con ella. La buena noticia es que ahora disponemos de un nuevo conjunto de herramientas para hacerlo.





 
 
 

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