I. EL LÁPIZ GRAFITO. TÉCNICA DEL TRAZO Y DE LA MANCHA A PUNTA DE LÁPIZ
- Antonio Amilivia
- 2 oct 2021
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 22 dic 2024
Todo lo que es posible hacer con un lápiz, sin otro elemento auxiliar que nos ayude en nuestro trabajo, es dibujar líneas.
Podemos dibujarlas separadas, o bien reunidas, construyendo masas compactas sin solución de continuidad; o sea, formando manchas.
Tanto los trazos como las manchas son de tono más o menos intenso, según la dureza del lápiz que utilicemos.
Nada más que eso podemos realizar con un lápiz.
No obstante, en la técnica de este instrumento de dibujo contamos con la ayuda de otros tres elementos: el difumino, los dedos y la goma. Con los dos primeros se obtienen manchas al frotar los trazos del lápiz y extenderse así el grafito sobre el papel de un modo armónico.
Con la goma nos es posible aclarar el tono de las manchas e incluso conseguir zonas completamente blancas en el interior de las mismas.
Es decir, todo lo que podemos hacer en la técnica que estudiamos es lo siguiente:
Trazos y manchas a punta de lápiz
Manchas esfumadas obtenidas con el difumino o con los dedos.
Luz y brillos conseguidos con la goma.
En sucesivas entradas hablaremos de las técnicas del difuminado y de la goma. Aquí nos centraremos únicamente en la técnica del lápiz grafito.
Afilando el lápiz
Antes de comenzar a dibujar es preciso afilar nuestro lápiz del modo más conveniente para el tipo de trazo que vayamos a realizar, puesto que, como veremos más adelante, los hay de varias clases.
Hay tres métodos básicos para afilar el lápiz: con un sacapuntas, con una pequeña navaja o con una hoja de afeitar.
En principio desecharemos el sacapuntas. Estas pequeñas máquinas tienen un defecto: siempre obtienen del lápiz la misma punta corta y cónica, que no es especialmente idónea para el dibujo artístico.
Lo ideal es la navajita o la hoja de afeitar, con las que podremos fabricar artesanalmente el tipo de punta que deseemos.

Básicamente conseguiremos estos tres tipos de puntas:

Punta muy fina, apta especialmente para lápices de mina dura con los que deseemos obtener trazos muy limpios y finos, para detalles muy precisos o para trabajos en los que se busque un efecto de sombreado especial, conseguido a base de trazos delgados acumulados en tramas o enrejados, como más adelante veremos.
Punta redondeada, apropiada para la mayor parte de los trazos simples y para pequeñas manchas.
Punta en bisel, particularmente útil para manchar el papel con trazos gruesos, a partir de los cuales y mediante la acción del difuminado se obtendrán manchas homogéneas. Esto si dibujamos por la parte del bisel.

Lo recomendable para realizar dibujo artístico es descubrir unos 8 mm de grafito y 17 de madera, aproximadamente.
Entre la utilización de una hoja de afeitar y una navajita para sacar punta, recomendamos esta última. Se controla mejor y es posible modelar más fácilmente la punta de nuestro lápiz.
Cómo sostener el lápiz
A la hora de dibujar, el lápiz no se sostiene, en principio, de ninguna manera especial; sino exactamente igual que si fuéramos a escribir.

Después, con él entre los dedos nos veremos en la obligación de dibujar trazos cortos o largos, finos o gruesos, curvos o rectos, y nuestra mano, sola, adoptará ligeras variantes en lo que se refiere a su posición general y la de los dedos, las más adecuadas para el tipo de trazo que sea preciso realizar.
Pero estas variantes, como decimos, se producirán de un modo espontáneo. Una sola cosa tenemos que hacer para que esto suceda: dibujar con la mano suelta, no agarrotada. Para ello, sujetaremos el lápiz con firmeza, pero nunca atenazándolo como si temiésemos que se nos fuese a escapar.
El trazo
Con el lápiz ya en nuestra mano, debemos afrontar el dibujo de trazos.
Un trazo es una línea o raya ejecutada sobre el papel. Parece muy simple, ¿verdad? Sin embargo conseguir un trazo seguro, firme y espontáneo, un trazo profesional, no es tan fácil.
El trazo de lápiz grafito debe reunir algunas características esenciales, pero sobre todo una: la espontaneidad.
A continuación podemos ver una serie de buenos trazos a lápiz, trazos que podríamos calificar de "hechos" o de "maduros".

Y aquí unos trazos realizados por una persona con menos pericia.

Las diferencias son claras a simple vista. El trazo maduro está realizado de una sola vez, sin interrupciones, con rapidez; su perfil es limpio, no se aprecian vacilaciones o alteraciones en su dirección; es un trazo, en una palabra, ágil, ejecutado sin miedo.
Los trazos que vemos en la segunda imagen son muy distintos: algunos están dibujados de una sola vez, de un solo impulso de la mano, pero ese impulso ha sido lento; el trazo ha variado de dirección y su perfil es sinuoso; tampoco su grosor es constante. Es lo que en dibujo se conoce como un trazo "inculto".
La velocidad y la presión son los dos factores que contribuyen básicamente a que un trazo de lápiz sea bueno o no lo sea.
Por lo general, cuando no sabemos dibujar, tendemos a presionar demasiado el lápiz sobre el papel, al tiempo que movemos lentamente la mano en la creencia de que así lograremos un dibujo más cuidadoso.
Error.
El trazo debe ejecutarse de un solo impulso rápido y decidido de la mano. Este es el sistema para que salga con una dirección constante, con un perfil preciso y limpio, con esa calidad que debe poseer todo trazo útil.
Tampoco es preciso apretar en exceso el lápiz sobre el papel, porque si actuamos así ocurre que la presión que ejercemos en la superficie donde se dibuja, lo frena, impidiéndole un paso rápido y suave que es lo que nos interesa.
El modo de conseguir un trazo de tono intenso no consiste en apretar más el lápiz. Por mucho que presionemos un 5H contra el papel nunca vamos a obtener un trazo oscuro. Antes romperemos el papel.
Para conseguir un valor intenso lo adecuado es emplear un lápiz de mina blanda, un 3B, por ejemplo, que apenas lo pasemos sobre el papel plasmará el tono deseado.
Creemos que un buen trazo de lápiz debe reunir, en general, las siguientes características:
Limpieza: es decir, que tenga un perfil preciso, no retocado ni repasado.
Firmeza: esto es, que no se aprecien en su dirección (si es recto, en su rectitud; si es curvo, en su curvatura) irregularidades o vacilaciones propias de un pulso inseguro o de una mano que trabaja con lentitud.
Unidad (salvo que se desee un efecto de quebradura): o sea, que conste de una sola línea realizada de un único impulso de la mano.
Procederemos de la siguiente manera:
Afilaremos bien el lápiz y gastaremos un poco la punta frotándola sobre algún papel que no nos sirva. Con ello lograremos una mina lisa, sin irregularidades, que nos garantice un trazo limpio.
Realizaremos el trazo de un solo impulso de la mano, sin vacilaciones, libre y espontáneamente. Se sitúa el lápiz donde deba comenzar el trazo y ¡zas!, de una vez se ejecuta.
Para que este movimiento tenga éxito, es preciso que la velocidad de trazado sea rápida. No, desde luego, vertiginosa, pero sí lo suficientemente ligera como para que no nos sea posible pararnos a pensar sobre cada fase de la línea.
Junto a la espontaneidad y la rapidez, el trazo debe ser realizado, como se ha dicho, sin presionar el lápiz en exceso sobre el papel. Los motivos ya se han expuesto.
Esto es todo en lo que respecta al trazo-tipo de lápiz grafito. Ahora bien, existen algunas particularidades en la técnica del trazado que debemos estudiar. Son particularidades que se desprenden del hecho de que no se da en el dibujo una sola clase de trazos, sino varias.
Clases de trazos
Hay trazos cortos y trazos largos, trazos gruesos y finos, trazos rectos y curvos.
Los trazos cortos, tanto rectos y curvos, como gruesos o finos, no tienen ninguna especial característica de ejecución, y para su resolución basta con aplicar las normas generales indicadas más arriba.
Obviamente los trazos gruesos o finos dependen del grosor de la mina que usemos. Una mina afilada en punta aguda nos produciría un trazo más fino que una punta roma. Pero lo más indicado de todo para la obtención de trazos gruesos es el uso de la mina del lápiz afilada en bisel, dibujando con la cara plana del mismo.

Aquí surge un problema: ¿qué sucede cuando es preciso realizar un trazo fino de tono intenso; es decir, cuando necesitamos dibujar un trazo muy fino con un lápiz de mina blanda?
A un lápiz blando se le gastará enseguida la punta aguda, y si lo que se pretende es un trazo de cierta longitud, no nos será posible mantener la finura de esa mina de una forma constante a lo largo de todo el trazo.
Aclaremos que casi nunca en un dibujo a lápiz se nos presenta esta circunstancia. Con el lápiz blando y muy afilado solo acusaremos algún pequeño perfil de nuestro trabajo, pero las grandes líneas base de los contornos de los modelos se suelen realizar con un lápiz de dureza media.
Para estos trazos finos, intensos y cortos es práctico usar la mina en bisel dibujando por la arista de la cuña.

Si en un caso excepcional nos viésemos obligados a realizar un trazo fino largo con un lápiz blando, no habría más remedio que afilar la mina cuantas veces fuese preciso en el transcurso del dibujo de dicho trazo, a fin de mantenerla con el mismo grosor.
El problema de los trazos largos
Los trazos largos presentan algunos problemas.
Supóngase que el trazo, además de ser largo, es curvo; un trazo, por ejemplo, como el que vemos a continuación.

Imaginemos que debemos dibujar un trazo así y se nos exige una aproximación bastante precisa al modelo.
Es indudable que, si seguimos las normas descritas anteriormente, en las que se recomienda rapidez y espontaneidad, solo de casualidad lograríamos reproducir con fidelidad el trazo propuesto.
Es preciso trucar la realización de ese trazo. Se trata de utilizar una técnica de ejecución distinta de la expuesta, cuyo resultado final sea el mismo: un trazo limpio, firme, único, preciso, etc.
La solución consiste en realizar ese trazo largo mediante una serie de trazos cortos enlazados, cuyas uniones no se aprecien.
La clave para que esta técnica sea eficaz y tenga una buena factura está en que las uniones de los trazos cortos no se noten en absoluto. También es esta circunstancia la que confiere mayores dificultades a esta especie de truco: cada trazo corto debe dibujarse, tal como se ha explicado, de un modo rápido y espontáneo, pero dentro de esa espontaneidad, es preciso que las uniones entre trazo y trazo no se noten. Para que esto ocurra se requieren tres cosas:
Que todos los trazos cortos que componen el trazo largo sean del mismo grosor.
Que el comienzo de todo trazo corto se produzca exactamente sobre el extremo final del anterior.
Que estas operaciones se realicen espontáneamente y sin miedo, también con ligereza.
Como se habrá adivinado, el dominio de esta técnica solo se puede lograr mediante la práctica.
Conjuntos de trazos
Aunque hasta ahora hemos estudiado el trazo como si de una unidad se tratara, lo cierto es que en dibujo casi nunca aparece así. Lo normal es que nos encontremos con series de trazos paralelos y trazos formando tramas o enrejados más o menos densos, conjuntos de trazos paralelos y perpendiculares, series de puntos, etc. Las variantes son muy abundantes.

La técnica de ejecución de conjuntos de trazos en nada varía de la estudiada para las líneas unitarias; únicamente se trata de dibujar un mayor número de ellas.
Condiciones esenciales de trazado
En los conjuntos de trazos paralelos, este paralelismo no debe ser rigurosamente geométrico; se trata de un paralelismo aproximado.
Al realizar este tipo de trazos nuestra mano correrá ligera, pero dentro de esa ligereza intentaremos ir controlando el paralelismo de las líneas. Lo que obtendremos de este modo no será un perfecto paralelismo, pero las irregularidades que se produzcan en el mismo, serán, precisamente, las que den al conjunto ese carácter de cosa viva, no rígida, que debe tener el dibujo artístico.
Y advertimos una cosa: cuanto más valientemente realicemos esos conjuntos, mejor será el paralelismo artístico que obtendremos.
La textura
¿Por qué existen tantas variantes de trazos?
Por un motivo muy simple: la necesidad de dar carácter a la textura de las superficies que deseamos dibujar.
La textura es la estructura que compone una superficie. No es lo mismo, por ejemplo, la textura de un cristal que la de una prenda de piel. Esto hay que dibujarlo. Hay que distinguir las texturas de los modelos que aparecen en un dibujo para darle a este toda la calidad deseable. ¿Cómo? sencillamente practicando. Solo a través de la práctica podremos dominar el tratamiento de las texturas, la adecuada elección del conjunto de trazos convenientemente ejecutados para la representación de una determinada superficie.
La mancha a punta de lápiz
Una mancha, en dibujo, es una superficie regular o irregular, totalmente cubierta de grafito de lápiz, de tinta, acuarela, etc.
En el dibujo a lápiz —ya lo hemos dicho— pueden darse dos tipos de manchas: las conseguidas a punta de lápiz, a base de trazos reunidos, fundidos de modo que construyan una masa compacta de grafito, o bien las manchas obtenidas por medio de la técnica del difuminado.
Nos ocuparemos brevemente ahora de las manchas obtenidas por medio de trazos de lápiz reunidos sin utilizar para nada el difumino.
A continuación podemos ver un ejemplo de esta clase de manchas

La técnica utilizada para la realización de esta mancha es sumamente simple: se ha obtenido por medio de una serie de trazos en zig-zag que se superponen unos a otros procurando no dejar el menor resquicio blanco entre los mismos.
Condiciones de trazado
Lo ideal para la obtención de manchas no difuminadas es utilizar el lápiz afilado en cuña o bisel, aplicándolo por su cara plana sobre el papel. Este tipo de punta produce un trazo grueso que facilita las cosas.
Se empleará un lápiz de la dureza que sea precisa según el tono de gris que deseemos obtener.
La técnica de ejecución manual de las manchas a punta de lápiz responde a las premisas ya estudiadas para la realización de trazos y grupos de trazos: valentía, ligereza, etc.
Y hasta aquí el estudio de la técnica del trazo y de la mancha a punta de lápiz. Hemos expuesto todas las posibilidades que nos ofrece el lápiz de grafito a la hora de trazar líneas. Ahora solo falta una cosa: practicar.
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