¿POR QUÉ DIBUJAMOS?
- Antonio Amilivia
- 26 ago 2022
- 7 Min. de lectura
Actualizado: 29 ago 2022

Los Aranda, los Walbiri y otros pueblos indígenas de los territorios desérticos de Australia suelen empezar las conversaciones alisando cuidadosamente la arena bajo sus pies, apartando ramas y piedras. Pronto la arena roja y brillante se cubre de pequeños signos trazados, que cuentan historias de espíritus, antepasados y noticias de los miembros de la tribu. Una vez terminado su relato, borran todas las imágenes de la arena, enviándolas "de vuelta a descansar" en el suelo blando.
Los símbolos garabateados, combinados con gestos, son tan elocuentes que, según algunos lingüistas, pueden servir para contar historias enteras sin necesidad de decir una sola palabra.
Los dibujos en la arena plantean el misterio de la pregunta filosófica: ¿por qué dibuja la gente? En cuanto un niño empieza a coger un lápiz, se siente inmediatamente atraído por los garabatos, y a medida que crece, este impulso no desaparece. Los garabatos dispersos en trozos de papel y los dibujos animados son el resultado del deseo del hombre de expresarse a través de las imágenes. Y si entendemos los sorprendentes lenguajes gráficos, puede que nos acerquemos a responder la pregunta planteada.
En los últimos años, el componente cognitivo del dibujo ha atraído la atención de estudiosos serios. Los investigadores se han interesado sobre todo por la forma en que las personas perciben el arte, desde las obras de Leonardo da Vinci hasta los lienzos abstractos de Jackson Pollock, pero pocos han estudiado los garabatos que hacemos inconscientemente en un papel.
Por ejemplo, un experimento descubrió que hacer garabatos no solo evita que soñemos despiertos con el pasado o el futuro, sino que también nos ayuda a concentrarnos y a reforzar nuestra memoria. Los grupos de participantes en el estudio, a los que se pidió que dibujaran algo mientras escuchaban una grabación de audio, recordaron un 30% más de información que los que se quedaron solos.
Otro experimento, cuyos resultados se publicaron hace unos años, demostró que dibujar ayuda a sobrellevar el resentimiento y a mantener la calma.
Hablar y dibujar
Los resultados ayudan a explicar nuestra afición por el dibujo. Pero recientemente, algunos científicos han empezado a hablar de que el fenómeno también podría considerarse un rasgo humano innato: una forma de lenguaje.
Neil Cohn, investigador de la Universidad de California en San Diego (EE.UU.), que fue uno de los primeros en investigar las historias dibujadas, afirma que las imágenes gráficas pueden tener significados duraderos. Por ejemplo, en los dibujos animados es habitual el uso de asteriscos para ilustrar la conmoción tras un golpe, y de líneas onduladas para significar el olor. Los dibujos tienen incluso su propia gramática: se utilizan diferentes tipos de imágenes en determinadas secuencias.
Además, Cohn ha podido demostrar que mirar un cómic estimula las mismas partes del cerebro que se estimulan cuando se lee una frase escrita. Todo ello demuestra que nuestra necesidad y capacidad de dibujar está a la altura del resto de nuestras habilidades lingüísticas.
¿Qué tiene esto que ver con los Walbiri y los Aranda? Cuando Cohn conoció la tradición australiana de dibujar en la arena, vio una nueva oportunidad para explorar el papel del dibujo en el lenguaje.
Le inspiró mucho una larga conversación con Jennifer Green, que acaba de publicar Drawings from the Earth, un libro que detalla cómo las lenguas aborígenes australianas entrelazan dibujos, gestos y palabras para formar un sistema de comunicación unificado. "En las historias contadas en la arena, es muy difícil separar unas de otras", dice.
Según Green, las historias de arena suelen ser contadas por mujeres, aunque en determinadas situaciones los símbolos dibujados también son utilizados por hombres. Esta tradición sigue ocupando un lugar importante en la cultura distintiva del pueblo, aunque la técnica de dibujo ha sufrido algunos cambios.
"Antiguamente, las mujeres arrancaban una rama flexible de un árbol y la utilizaban como instrumento de dibujo", recuerda Lizzie Ellis, una narradora del desierto de Australia Occidental. Hoy las chicas dibujan con un alambre que suelen colgarse del cuello para tenerlo siempre a mano.
En los gráficos australianos, los objetos se suelen representar por las marcas que dejan en la arena. Un hombre, por ejemplo, se representa en forma de arco, como si estuviera sentado con las piernas cruzadas en el suelo. (Curiosamente, cuando un erudito mostró a los aborígenes de Aranda un dibujo de un caballo de perfil, como suelen representarse los animales en el arte occidental, los lugareños pensaron que el caballo se había caído y estaba tirado en el suelo). Otros símbolos perdurables de esta lengua son los círculos rasgados ("cueva"), las espirales y los círculos ("arbustos y árboles") y los rayos divergentes, como troncos cruzados en una hoguera ("fuego").
Figuras del lenguaje
Es importante señalar que las estructuras complejas pueden estar compuestas por dibujos; por ejemplo, un pequeño arco dentro de un gran arco representa a un niño en brazos de la madre. Ciertos movimientos de la mano en el aire sobre los dibujos pueden indicar, por ejemplo, la naturaleza del movimiento o de las aves que no dejan rastro en el suelo.
La presencia de estas complejas reglas confirma la antigua hipótesis de Cohn, derivada de los estudios sobre dibujos animados que realizó en Estados Unidos: las imágenes pueden adquirir diferentes propiedades lingüísticas. "Esta información confirmó nuestras corazonadas y nos ayudó a verlas de una manera nueva, en términos de un sistema completamente diferente", dice Cohn.
Esta hipótesis puede ser la clave para entender el dibujo en su conjunto, empezando por sus orígenes. En los últimos años, algunos científicos destacados, como Michael Arbib, de la Universidad del Sur de California, han empezado a concluir que la gesticulación puede haber evolucionado en los humanos antes que el habla. En parte, esta idea fue impulsada por el hecho de que otros primates aprenden el lenguaje de signos con mucha facilidad, pese a no poder hablar.
A la luz de estos resultados, Cohn sugiere que los dibujos en la arena deben atribuirse a estos primeros protolenguajes: es muy posible que nuestros antepasados quisieran discutir la caza que se avecinaba y, en busca de la mejor estrategia, comenzaran a representar huellas de animales en la arena o en el suelo.
Tenga o no razón Cohn en sus conjeturas sobre el pasado lejano —él mismo admite que son solo sus conjeturas personales y que sería muy difícil demostrarlas—, los dibujos de arena al menos pueden ayudarnos a ver con nuevos ojos el arte rupestre, que parece haber llegado mucho más tarde. Este fenómeno solía ser considerado por algunos como una obra maestra en el sentido occidental del término, como la obra de un artista brillante individual, ejecutada para la posteridad. Pero las fugaces historias pintadas en las arenas de los desiertos australianos indican que el arte rupestre puede haber sido concebido también como una narrativa.
"Me parece ridícula la sola idea de que fuera un artista solitario sentado en una cueva pintando", dice Cohn. "Creo que estas imágenes deben considerarse al menos como una forma de discurso de una persona que habla y dibuja al mismo tiempo, ya sea en el curso de algún ritual o simplemente para entretener a los niños con una historia ilustrada".
Una interpretación lingüística del dibujo puede ayudar a responder a algunas preguntas sobre nuestros comportamientos contemporáneos, incluido el hábito de dibujar en los márgenes de una hoja. Todo el mundo sabe que los niños pequeños tienen un periodo de "garabateo infantil", en el que tienden a coger un bolígrafo o un lápiz y dejar su huella en el papel, la pared, el suelo o cualquier otra superficie que se les presente. Al mismo tiempo, el dibujo muestra signos de intentos rudimentarios de comunicación: se ha observado que el tamaño de los garabatos aleatorios se corresponde con el tamaño de los objetos cercanos.
A la luz de las investigaciones de Cohn, se podría llegar a la conclusión de que este instinto no es otra cosa que una forma gráfica del "lenguaje de los bebés", los sonidos de arrullo que emiten los niños que aún no han aprendido a hablar.
Es muy posible que tengamos un deseo intrínseco de comunicarnos de tantas maneras como sea posible, y que nuestro entorno determine el modo de comunicación dominante.
Si esto es cierto, es posible que todos tengamos una capacidad innata para dibujar, solo que no hemos tenido las mismas condiciones para practicar que los Aranda y los Walbiri. "Los indígenas de los desiertos australianos pasan mucho tiempo sentados en el suelo, por lo que dibujar en él se ha convertido en una parte integral de su cultura comunicativa", explica Green. "Si vivieran en las rocas, es poco probable que hubieran desarrollado esta forma de comunicación".
Cohn está convencido de que esas peculiaridades deben tenerse en cuenta en el aprendizaje de los niños. Dice que el lenguaje se aprende mejor por imitación, como cuando aprendimos a hablar de pequeños, repitiendo todo lo que decían nuestros padres. Es posible que ocurra lo mismo al aprender a dibujar.
Por desgracia, en la mayoría de las escuelas occidentales se enseña a los niños a dibujar de la vida, sin confiar en su instinto lingüístico. Para algunos alumnos con potencial para convertirse en grandes artistas, esto puede ser algo bueno, pero al menos en la etapa inicial se podría enseñar a más personas a dibujar mejor y de forma más diversa. Por cierto, así es más o menos como aprenden los niños en Japón, y a los diez años sus habilidades artísticas están mucho más desarrolladas que las de sus homólogos occidentales.
El lenguaje de la tecnología
Pero quizás con el desarrollo de la tecnología esta situación cambie. Por ejemplo, el uso de los emoji (un lenguaje de ideogramas y emoticonos que se utiliza, por ejemplo, en los correos electrónicos) parece seguir algunas reglas gramaticales que rigen su secuencia, aunque Cohn tiende a considerar los emoji más bien como una variante gráfica del "pidgin", un lenguaje extremadamente simplificado.
Sin embargo, con la llegada de las tabletas y las pantallas táctiles, cada vez es más fácil compartir tus propios bocetos a través de aplicaciones especiales como Draw Something, que llegó a ser descargada por los usuarios de más de cien millones de dispositivos.
Recientemente se han llevado a cabo una serie de experimentos en los que se pidió a los participantes que se comunicaran entre sí en silencio simplemente haciendo dibujos. Los investigadores pronto se dieron cuenta de que los garabatos de los participantes empezaron a desarrollar sus propias reglas de uso y significados estables, de forma muy parecida a los dibujos de arena de los aborígenes australianos.
Además, las nuevas tecnologías pueden ayudar a los pueblos indígenas de Australia a conservar algunas de sus sorprendentes historias de arena. "Con la llegada de los iPads, la capacidad de visualizar historias está adquiriendo una dimensión totalmente nueva", afirma Inge Kral, investigadora de la Universidad Nacional de Australia. Recientemente pidió a varias mujeres indígenas que grabaran sus historias utilizando la pantalla táctil y se sorprendió de lo natural que resultó para ellas: "Me sorprendió ver lo rápido que aprendieron la tecnología y empezaron a hacer dibujos increíbles.
Quizá los aborígenes australianos no solo compartiesen su lengua y su herencia a través del dibujo, quizá esos signos en la arena sean el origen mismo del dibujo.
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