FORMACIÓN DE IMÁGENES VISUALES
- Antonio Amilivia
- 2 ago 2022
- 9 Min. de lectura
Actualizado: 5 ago 2022

La información visual es hoy en día muy importante para el aprendizaje y el trabajo. Recibimos hasta el 90% de la información a través de la percepción visual y, por tanto, debemos ser capaces de percibirla, procesarla y mostrarla adecuadamente. El desarrollo de una cultura visual en los niños requiere un enfoque complejo y sistemático de la percepción visual, la imaginación, el pensamiento visual y otros procesos cognitivos en el proceso de aprendizaje. En este sentido, la experiencia sensorial desempeña un papel importante en la construcción de una imagen visual. Durante la infancia preescolar, el pensamiento del niño se basa en el trabajo de su percepción. El grado de activación de sus distintos canales determina la integridad y la viveza de la imagen captada. El canal cinestésico (responsable del movimiento) desempeña aquí un papel decisivo. La imagen visual depende en cierta medida del movimiento del objeto en cuestión o de que este pueda ser manipulado. Cuantas más imágenes dinámicas del entorno vea el niño, más ricas serán las imágenes visuales. Por eso, en la edad infantil, la observación de los objetos naturales, el escrutinio minucioso y las impresiones emocionales son más importantes que la asimilación de la información visual ya procesada.
La metodología de enseñar a un niño utilizando tarjetas didácticas (como plantea Glenn Doman) es bastante popular ahora. Sin embargo, su desventaja reside en la falta de interacción con el mundo exterior. Al jugar y trabajar con las cartas, no se rellena el bagaje de imágenes sensoriales que desarrollan el pensamiento. Por lo tanto, a la hora de elegir entre "información original" o "información procesada", siempre es mejor dar preferencia al original. Es decir, es más útil para un niño jugar con un gato de mascota que memorizar cientos de nombres de animales en tarjetas e identificarlos a partir de imágenes.
La capacidad de crear imágenes se desarrolla principalmente a través del juego y la creatividad. También influye la calidad de las imágenes reproducidas que recibe el niño: dibujos animados, ilustraciones de libros, juegos y juguetes.
Ordenador y TV
Los preescolares suelen utilizar el ordenador para jugar o aprender. Pero es mucho más útil enseñar a un niño a jugar a los juegos habituales de trama, de tablero, de movimiento, porque es en este tipo de actividad donde se produce el desarrollo. Cuando los padres quieren introducir rápidamente al niño en la tecnología moderna y en las nuevas formas de aprendizaje, limitan su capacidad de obtener la información necesaria a través de los sentidos. Un niño aprende por el movimiento, por la imagen táctil y motriz de un objeto. Por lo tanto, enseñar a los niños pequeños mediante el ordenador no crea condiciones favorables para el desarrollo de la inteligencia.
La televisión ocupa un lugar destacado en la lista de cosas que necesita un niño (también puede sustituirse por la proyección de dibujos animados o películas en un ordenador). Existe la creencia popular de que ver dibujos animados estimula la imaginación del niño. Por desgracia, esto tiene el efecto contrario. Si se tiene en cuenta que la pantalla parpadea a 24 fotogramas por segundo, un dibujo animado de diez minutos supone una cifra enorme: más de catorce mil. Y muchas de las series de animación actuales duran bastante más de diez minutos.
Cada imagen que llega a la retina, se transmite para su procesamiento al cerebro, en los centros visuales corticales. Y en ese corto periodo de tiempo el cerebro recibe una cantidad increíble de imágenes dibujadas, sin tener tiempo de procesar críticamente la información entrante. Así, estas imágenes adquieren el carácter de patrones firmemente arraigados. Aunque los padres intenten "equilibrar" la percepción del niño dejándole mirar libros o dibujos, es imposible mostrarle decenas de miles de imágenes dibujadas al día.
En 1997 se realizó un interesante experimento en San Petersburgo. Se pidió a los alumnos de primaria que hicieran dos dibujos: en el primero debían representar a cualquier personaje de cuento de hadas, en el segundo, a un personaje inspirado en un personaje de un popular dibujo animado. En el primer caso, los dibujos de los niños eran originales y variados. En el segundo, todos los niños sin excepción intentaron copiar la imagen de los dibujos animados. Todos los dibujos parecían una copia repetida. A menudo los niños se negaban a dibujar, aludiendo a la falta de habilidad, e incluso se enfadaban, lloraban y tenían miedo de que "no les saliera parecido".
La imagen dibujada es asimilada por la memoria en su totalidad y no permite la reflexión creativa ni el procesamiento de la información. Los adultos, al recordar su infancia, confirman que la imagen de los dibujos animados sustituye a todas las demás imágenes, incluso si han visto diferentes interpretaciones antes o después de ver el dibujo animado.
Así, la capacidad de generar sus propias ideas se ve afectada. Los niños que ven mucho la televisión no suelen saber cómo dirigir un juego de rol y su imaginación está poco desarrollada. Al dibujar, piden una tarea específica: qué representar y cómo. Es difícil que se inventen una imagen. Para estos niños es típico utilizar plantillas, copiar imágenes ajenas e intentar copiar el estilo de los dibujos animados.
Ver la televisión es un proceso anormal y no fisiológico para nuestra vista. En la visión ordinaria, los ojos realizan muchos movimientos, "repasando" repetidamente el objeto. El procesamiento de las impresiones también es diferente: al observar un objeto real, los ojos actúan simultáneamente con los demás sentidos y la imagen es multifacética. Al percibir las imágenes de la pantalla, el niño no puede establecer relaciones entre las imágenes individuales, lo que estimula el pensamiento fragmentado, acostumbra a la percepción pasiva y conduce a una desconexión de las diferentes funciones (ver dibujos animados implica la vista y el oído).
Hay que recordar que la percepción visual es muy dependiente de los canales cinestésicos y táctiles a una edad temprana, y no están activos cuando se ve la televisión. Además, hasta los siete años, el niño está aprendiendo activamente las normas sensoriales, y las imágenes de la televisión suelen estar muy lejos de ser realistas. Por lo tanto, para el pleno desarrollo de las funciones mentales en preescolar y especialmente en la primera infancia, creemos que no hay que dedicar demasiado tiempo a la televisión, sino a actividades creativas como por ejemplo el dibujo, la plastilina, las marionetas, y las sombras chinescas. El trabajo con materiales tridimensionales estimula el canal cinestésico de la percepción.
Ilustraciones de libros
Aunque contemplar las ilustraciones de los libros afecta al pensamiento figurativo incomparablemente menos que las imágenes de la televisión o el ordenador, es importante recordar que cualquier imagen para un niño es una referencia estética. Los textos favoritos de los niños evocan emociones, y las imágenes que los acompañan se interiorizan fácilmente como patrones.
Lo importante para los niños pequeños no es la información, sino la actitud y la comunicación no verbal del adulto. Por lo tanto, es mejor no mostrarles cuentos, sino contárselos, o al menos contárselos más a menudo, para ver sus emociones y desarrollar su imaginación. El mismo personaje puede adoptar cualquier forma en la imaginación de un niño cuando se le cuenta, pero en la imagen que acompaña al texto, permanece inalterado.
La tarea principal de la ilustración es ayudar al niño a percibir el texto, no crear imágenes que contradigan o simplifiquen el contenido. A menudo, la interpretación del ilustrador no coincide con el estilo o el contexto de la obra. A veces las técnicas de expresión artística -ángulos complejos, deformación del sujeto, esquematismo- dificultan la comprensión.
Por supuesto, también es importante que el niño vea una imagen artística y detallada. Lo mejor es alternar obras ilustradas y libros sin imágenes. Y recuerda: cuanto más pequeño sea el niño, más realista debe ser la ilustración.
Hay que tener cuidado con las imágenes de los cuentos de miedo o las ilustraciones de los momentos de tensión del texto. Cada vez que un niño escucha un cuento o lee un texto, construye de nuevo la imagen de un personaje desagradable y lo "destruye", venciendo el miedo. Es el dueño de esas imágenes y puede transformarlas como crea conveniente. Si el personaje se retrata en el libro, la imagen se vuelve estática: no desaparece ni se transforma, y el miedo del niño sigue sin ser vencido. La imagen espeluznante impresa en la mente puede convertirse en delirios intrusivos o fobias. No es raro que los niños intenten destruir físicamente una imagen de miedo, por ejemplo, arrancando una página del libro o pintando sobre la imagen. Por lo tanto, es mejor no mostrar los momentos de miedo, sino hablar de ellos.
Desde el punto de vista de un adulto, los niños pequeños suelen manejar los libros con demasiada libertad. Casi todos los niños intentan dibujar o "añadir" a las ilustraciones existentes de una forma u otra. Se puede aconsejar a los padres que den al niño un par de libros que no les importe estropear. Si no los tienen, pueden hacer ellos mismos unos sencillos libritos pegando fotos en hojas de papel grapadas.
La pregunta que impulsa las acciones de los niños pequeños es "¿qué hay dentro?". Averiguar es su primera prioridad, por lo que intentan desmontar cualquier objeto, incluidos los libros. Lo mejor es no criticar al niño por este comportamiento, sino asegurarse de que solo estén en sus manos aquellos libros que puedan ser estropeados.
Los padres suelen temer que el niño se acostumbre a tratar así todos los libros. Pero un niño de más de dos o tres años deja de arrugar los libros o de dibujar en ellos y empieza a copiar a los adultos que están leyendo. Si un niño mayor estropea los libros deliberadamente, ya podemos hablar de algunos problemas de comportamiento. Por regla general, los niños rompen deliberadamente las normas para llamar la atención o para desahogarse.
Cómics
Las imágenes del cómic suelen ser esquemáticas. Y la acción se ilustra de una manera específica: se muestran fotogramas sueltos, cuya conexión tiene que hacer el lector por sí mismo. Esto no es bueno para un niño pequeño, ya que se acostumbra a recibir información fragmentaria y aprende muy fácilmente las imágenes estilizadas. En consecuencia, los niños suelen negarse a crear sus propias imágenes y reproducen constantemente las que han memorizado.
Juguetes
Los niños se identifican con personajes de ficción y de cuentos, pero la identificación es mucho más fuerte en el juego, de modo que el juguete favorito se convierte en amigo y "espejo" del niño. Los niños recuerdan firmemente la imagen de aquello con lo que juegan e incluso proyectan las cualidades del juguete en su propio comportamiento. Hay varios puntos importantes a los que hay que prestar atención a la hora de elegir los juguetes.
A los muñecos que tienen expresiones faciales neutras pero bondadosas se les puede "asignar" cualquier carácter o emoción.
La principal ventaja de un juguete es que permite que el niño lo manipule, no que se manipule a sí mismo. Un juguete detallado y bien diseñado suele estar demasiado atado a una situación de juego concreta y no deja al niño la libertad y la posibilidad de controlar el juego. Una muñeca peluquera con un peine en la mano está diseñada para un pequeño número de escenarios de juego. Es decir, cuanto menos se defina un juguete por sí mismo, más definiciones recibirá.
Es deseable que la imagen simbolizada por el juguete sea tranquila y positiva. Los juguetes congelados en una determinada emoción (incluso entusiasta) imponen su trama. Las imágenes de miedo son necesarias para los niños en los cuentos de hadas y las fantasías, pero en forma de monstruos de juguete y bestias que muerden tienen un efecto bastante destructivo. Si un niño recurre a los monstruos en la fantasía, suele destruirlos y vencer sus miedos. Cuando los personajes de juguete que dan miedo participan en los juegos diarios, el niño se acostumbra a ellos, adopta su "estado de ánimo". Muy a menudo, las fobias infantiles se deben al hecho de que en la habitación de los niños había algún gran juguete de peluche en forma de animal depredador. La constante interacción emocional con el miedo no es buena aquí. Es mejor que el niño cree un juego por sí mismo y "dote" a cualquier juguete de cualidades terroríficas y de carácter dañino, para que luego el juguete en cuestión "se deshaga" de los encantos malignos y vuelva a ser una pequeña bestia buena.
Para los niños más pequeños es aconsejable comprar juguetes hechos de materiales naturales. También conviene asegurarse de que la imagen esté completa y sea reconocible. Juguetes que se transforman, animales de origen desconocido, criaturas híbridas, en esta etapa solo alejan al niño de la realidad. Cuanto más pequeño es el niño, más libertad necesita para jugar con el objeto. Es importante que los bebés jueguen con materiales naturales: hierba, palos, arena. De uno a tres años, aproximadamente, es fundamental que el niño pruebe el mayor número de materiales posible que llegan a sus manos. Cuanto más amplia sea la gama de actividades, mejor será su capacidad de pensamiento.
La habitación del niño
A veces los adultos quieren convertir la habitación del niño en una especie de parque temático, llenando su habitación de muñecos, juguetes, imágenes irreales. Los muebles, las paredes, las cortinas y la cama deslumbran con imágenes de personajes de dibujos animados. A la hora de comprar artículos infantiles, debemos recordar que los niños no pueden aprender el mundo que les rodea en un aislamiento estético, ni desarrollarse plenamente. Por desgracia, la industria moderna no siempre cumple los requisitos del buen gusto, y los adultos que la siguen interfieren en el desarrollo natural de la percepción visual y la formación de puntos de referencia sensoriales adecuados.
Conclusión
Las imágenes visuales, como cualquier imagen mental, son multidimensionales y complejas. Juegan un papel importante en el desarrollo de los procesos cognitivos, en la esfera emocional y en la formación de muchas habilidades y destrezas. Por ello, es conveniente proporcionar al niño las imágenes visuales adecuadas para desarrollar su creatividad y su imaginación.
Bibliografía
Brazelton, T. B. y Greenspan, S. (2005). Las necesidades básicas de la infancia: lo que cada niño o niña precisa para vivir, crecer y aprender. Graó.
Elschenbroich, D. (2004). Todo lo que hay que saber a los siete años: cómo pueden descubrir el mundo los niños. Destino.
Piaget, J. (1961). La formación del Símbolo en el niño. Fondo de Cultura Económica.
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