top of page

FLEXIBILIDAD ANTE TODO

  • Foto del escritor: Antonio Amilivia
    Antonio Amilivia
  • 15 jul 2023
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 18 ago 2024

Fuente: iStock. Crédito: Mihaela Rosu

Es bastante común que una persona que quiere aprender a dibujar esté esperando un método mágico que le permita pasar directamente de la torpeza a la precisión. La esperanza de encontrar una manera de enseñar a bailar a una estatua no sería más ilusoria. La primera etapa del aprendizaje del dibujo no es ni el descubrimiento de reglas teóricas ni la adquisición del sentido de la proporción: es, como en cualquier tipo de gimnasia, el desarrollo de la flexibilidad. Una mano dura, gobernada por una mente inflexible, sería incapaz de realizar el más mínimo progreso en el arte. Sin embargo, es valioso tanto para el profesor como para el alumno comprender que esta necesaria flexibilidad debe llevarse a cabo simultáneamente en varios niveles. 


Flexibilidad corporal


La flexibilidad más obvia es la flexibilidad del cuerpo. No olvidemos que dibujar es un ejercicio que requiere relativa agilidad física. Ciertamente, para el artista no es imprescindible practicar acrobacias olímpicas, incluso si la pintura al aire libre puede estar imbuida de un ligero toque deportivo, y especialmente cuando los elementos climáticos conspiran contra las bellas artes. Sin embargo, debes saber que no dibujas solo con la mano, sino con todo el brazo, y que no hay que dudar en agitarlo de vez en cuando para comprobar la relajación de la muñeca, el codo y el hombro. Además, a menudo es necesaria una relativa movilidad de todo el cuerpo para adaptarse al sujeto. Aunque nos propongamos dibujar únicamente una manzana en su perfecto estado de naturaleza muerta, tendremos que realizar movimientos, y nuestros dibujos serán las huellas de esos movimientos. Cuando trabajemos a partir de un modelo vivo, no permaneceremos quietos como si estuviéramos pegados a la silla; el boceto se hará a veces de pie, a veces sentado, a veces agachado, buscando el ángulo y la iluminación adecuados, asegurándonos al mismo tiempo de disponer del espacio necesario para movernos libremente. Solo cuando se alcance un aceptable grado de flexibilidad, que se traduzca en una línea de lápiz fluida, menos apegada al contorno de las cosas y más capaz de penetrar en la estructura de las formas, será posible lograr una cierta precisión gráfica.


Flexibilidad visual 


La flexibilidad del dibujante es también la flexibilidad de su mirada. La agilidad perceptiva significa aceptar ver el mundo como un fenómeno cambiante, siempre nuevo, y no como una yuxtaposición de cosas inmóviles. Este deseo de abrazar el movimiento de la naturaleza, tan demostrativo del Barroco y los Impresionistas, está en la raíz de toda experiencia pictórica, incluso cuando su expresión es más sutil; y su manifestación puede verse en las primeras formas de arte visual. Una imagen desprovista de esta dinámica vital inspira una sensación de dureza y falsedad, e incluso puede resultar involuntariamente aterradora en el caso de un retrato. ¿Cómo se dibuja un árbol? ¿Cómo se dibuja un caballo? ¿Cómo se dibuja a un niño? Imaginar que existe una respuesta verbal a estas preguntas es imaginar el aprendizaje artístico como una acumulación de fórmulas. Pero el mundo de la percepción no puede abordarse con ideas fijas: la verdad del dibujante es la novedad que su ojo descubre a cada instante. Es cierto que podemos proponer "cánones", reglas de proporción y otras conveniencias tranquilizadoras para casi cualquier categoría de tema. Pero estos modelos ideales están limitados precisamente por su idealismo. No hay más que ver cómo la asombrosa diversidad de posturas, perspectivas e iluminaciones, unida a la personalidad del modelo, hace de cada esbozo del cuerpo humano un reto singular y una aventura asombrosa.


Flexibilidad emocional


Ya que no podemos ni queremos dibujar como máquinas, aceptemos dibujar como seres sensibles. Pero esta sensibilidad no debe llevarnos a la rigidez emocional. También aquí, aprender a dibujar nos anima a cultivar cierta flexibilidad. En este caso, adoptará la forma de un sentimiento de desapego, que nos liberará de las garras del egoísmo, y que se pude articular de la siguiente manera: mi dibujo no soy yo; no es que no haya nada de mí en él, pero no es todo de mí y yo no soy solo eso. Este sentimiento nos permitirá trabajar con libertad y pasión, y anulará el impulso de juzgarnos a cada momento, de tal forma que dejaremos de ver el lienzo como un espejo de nuestros vicios y virtudes. Solo puedo encontrar verdadera satisfacción en el dibujo y la pintura olvidándome de mí mismo y dedicándome por entero a lo que hago, sin miedo a salir de mi zona de confort, felizmente desprendido de la idea de demostrar nada a nadie. Nunca insistiré lo suficiente en el efecto perverso de una educación imbuida de la obsesión por hacerlo todo bien a la primera, so pretexto de evitar la autocomplacencia y la falta de carácter. De hecho, al inocular al niño el miedo al fracaso y la vergüenza de ser libre, no estamos creando un "ganador", sino una personalidad temerosa y mezquina. Todos comimos un poco de esta mala sopa. La buena noticia es que el veneno que contenía tiene cura. Acepta que dibujas simplemente para dibujar cada vez mejor, no para conseguir dibujos de éxito que demuestren que no has perdido el tiempo. Y ¡qué narices!, acepta perder el tiempo.


Flexibilidad mental


Es probablemente en el nivel mental donde más nos enfrentamos al peligro de abrazar la rigidez. Es el pensamiento el que fija los límites de las cosas en todos los aspectos. Es él quien traza las fronteras que me separan de los demás seres, distinguiéndome del entorno natural y alejándome del universo entero. La idea que tengo de mí mismo, ya sea banal, gloriosa o lamentable, se constituye en un baluarte contra otra idea que la amenaza: la de la dispersión de mi ser en el infinito. Estas consideraciones metafísicas un tanto vertiginosas no nos alejan del dibujo; por el contrario, están directamente involucradas en la cuestión del aprendizaje artístico, porque este implica un proceso de transformación absolutamente incompatible con una visión fija de uno mismo. Aprender a dibujar, pasar del estado en el que no se puede dibujar lo que se ve al estado en el que sí se puede dibujar lo que se ve, no significa adquirir nuevas habilidades sin cambiar nada. Esta transición requiere una transformación radical de nuestra capacidad de percepción, lo que significa que tenemos que renunciar a algunas de nuestras creencias sobre lo que vemos y cómo lo vemos. Esta metamorfosis, siempre que no haya una resistencia compulsiva a ella, no es en sí misma ni dolorosa ni siquiera muy difícil: es, estrictamente hablando, "la infancia del arte". En próximos artículos hablaremos con más detenimiento de esto.

 
 
 

Comments


©2020 por Antonio Amilivia. Creada con Wix.com

bottom of page